viernes, 10 de octubre de 2014

Mala gente que gobierna

Me permito la licencia de plagiarle título al comprometido escritor Benjamín Prado, pero ha sido inevitable. Y es que solo se me ocurre algo peor que ser mala gente: serlo a conciencia, presumir de ello y pasear tal condición impunemente por los medios comunicación ostentando un cargo público pagado por todos. (también por los profesionales sanitarios a los que insulta). Me refiero por supuesto a Javier Rodríguez, ese personaje miserable y (dicho por él) bien comido, que ocupa la consejería de sanidad de la comunidad de Madrid. La misma por la que ya pasaran Lamela, Güemes y Lasquetty: por sobreexposición a mala gente, urge desinfectar este departamento. De los ciudadanos levantados en urnas dependerá… Y no le dedico ni una línea más a tan deslenguado político, porque no he abierto un blog para insultar en público, que es lo único que me pide el cuerpo al pensar en Rodríguez…

Lo que es indudable es que estamos en manos de mala gente, mala en la doble acepción del adjetivo cuando lo combinamos con el verbo “ser”: malos por ineptos y malos por malvados.

Ineptos de principio a fin, entendiendo como el principio el momento en que se decide repatriar a los dos misioneros y a la religiosa infectados de Ébola a España. Es difícil juzgar la conveniencia de esa decisión y, ya mucho antes de que se conociese el contagio de Teresa Romero, me ha generado más preguntas que respuestas. La única certeza que tengo es que todo ciudadano español en el extranjero tiene derecho a recibir la asistencia de su gobierno en caso de emergencia. Pero ¿por qué no es así en todos los casos? ¿Por qué se han desatendido muchos otros casos de españoles (enfermos, accidentados, atrapados en cárceles infernales,…) que solicitaban la ayuda de su país? ¿Fue una decisión política, hubo presiones por parte de la confesión católica, con la que había que congraciarse  antes de retirar la contrarreforma de la ley del aborto? Humanamente se entiende el desamparo de los enfermos y la desesperación de sus familias pero ¿qué aportaba su traslado a España para una muerte casi segura y en la que ningún ser querido les podía acompañar? ¿Cuál es el sentido humanitario de subir en un avión a unos enfermos seleccionados por el color de su pasaporte, dejando prostrados en cambio a otros compañeros y compañeras de lucha que yacían a su lado? ¿No habría tenido una repercusión inmensamente más eficaz y positiva invertir los costes del operativo de repatriación en cooperación sanitaria en los países afectados? ¿Nadie evaluó los recursos reales con los que se contaba en España, tras haber desmantelado centros de referencia de la sanidad pública, para hacer frente a un riesgo de este tipo? ¿Se escuchó a los expertos cuando se tomó la decisión de traer a un país no afectado por el Ébola un foco de contagio? Una vez tomada la decisión, ¿cómo se puede suponer que protocolos de aplicación tan compleja y que requieren, según personal sanitario experimentado, una formación mínima de 15 días, se asimilen en 20 minutos? ¿Dónde estaban los trajes homologados por la OMS, dónde la necesaria supervisión que minimizara la posibilidad de incurrir en errores, inevitables en situaciones de estrés? ¿Cómo es posible que se montase un impresionante, mediático y efectista dispositivo de escolta a la ambulancia del padre Pajares (muy como de película de catástrofes de serie B) y luego en cambio se atreviesen a llamar “cuarentena” a la decisión de indicarle al personal expuesto al virus que hiciesen vida normal y durante tres semanas se tomasen la temperatura dos veces al día? Y en el momento que una trabajadora expuesta a un contacto de alto riesgo manifiesta los primeros síntomas ¿por qué, con una justificación tan peregrina como que no superaba un umbral mínimo de fiebre, no se procedió a su aislamiento preventivo inmediato? ¿Cómo es posible que ante la más remota (y esta no era remota) posibilidad de estar ante un caso de infección de Ébola se la derivase al hospital más cercano a su domicilio en lugar de atenderla en el centro que había tratado los casos anteriores? ¿Cómo se puede justificar que se desoyesen las suspicacias de los responsables de la ambulancia del Summa y se permitiese seguir prestando servicio a ese vehículo sin desinfectarlo previamente? ¿Quiénes son los responsables, tanto en la Comunidad de Madrid como en el Ministerio de Sanidad, de haber hecho caso omiso a las advertencias, sugerencias y exigencias que el personal sanitario llevaba meses planteando? En resumen: ineptitud supina.

Ahora sumémosle la maldad manifiesta. Estamos tristemente acostumbrados a que los máximos responsables carguen las culpas sobre los hombros del eslabón más débil de la cadena. Pero en este caso, en el de una sanitaria que se ofrece voluntaria para asistir a dos pacientes terminales de una enfermedad terrible y sumamente contagiosa de la que ella misma acaba enfermando, cabía esperar que no se traspasasen unas fronteras mínimas de decencia y ética. No solo las han traspasado: las han pulverizado. Nada puede haber más ruin, más miserable y más inhumano que culpabilizar a un enfermo, que lucha en estos momento por su vida, de su desgracia. Nada más mezquino, más repugnante y más reprobable que intentar destruir la reputación de quien se había ofrecido voluntariamente para cuidar de un ser humano agónico. Nada más sorprendente y más vomitivo que todo esto se haga desde cargos públicos con responsabilidad directa en la gestión de esta crisis sanitaria y, por tanto, en el estado de salud de Teresa, del resto de personal sanitario que atendió a los misioneros repatriados y de sus familias y círculos de relaciones. Y a eso es a lo que nos hemos tenido que enfrentar estos últimos días, que han venido a confirmar que nuestra capacidad de asombro (de asombro negativo) nunca va a quedar colmada mientras nos siga gobernando la mala gente. Se me ocurría ayer un ejemplo análogo. Imaginemos que ETA pone una bomba que es localizada y se envía un equipo de los TEDAX para desactivarla. Imaginemos a un TEDAX frente a la bomba, en una situación de terrible presión psicológica y con un temporizador marcando los minutos. Imaginemos que pese a su pericia, le tiembla mínimamente el pulso, corta el cable equivocado y la bomba estalla, matándole o dejándole gravemente herido ¿A alguien, como no puede ser de otra manera, se le ocurriría otra cosa que no fuese tratar a este policía como un héroe, como un valiente que se ha jugado su vida? ¿Habría otro culpable de este trágico desenlace que no fuese la banda terrorista? Pues el caso de Teresa es exactamente igual, con la diferencia de que a ningún TEDAX le enseñan a desactivar bombas en cursillos de 20 minutos.

Hay otra derivada, no gratuita ni casual, me temo, de la maldad. Al ensañamiento inhumano contra la víctima se suma el tremendo golpe que esta gestión chapucera y timorata asesta injustamente a la sanidad pública. Desde hacía mucho tiempo, y como se viene denunciando, con especial valentía desde la Marea Blanca, se estaban aplicando medidas dirigidas al desmantelamiento de un servicio público, otrora ejemplar, en beneficio de algunas aseguradoras privadas y de macrogrupos empresariales. A pesar de ello, los profesionales de la sanidad pública –médicos, enfermeros, auxiliares, celadores,…- han continuado atendiendo a los pacientes con el máximo rigor y profesionalidad. Que una cadena de decisiones políticas erróneas y gestiones burocráticas delirantes pongan ahora en entredicho a unos profesionales que, junto con los maestros que educan a nuestros hijos, deberían ser la “joya de la corona” de los servicios públicos, es injusto y doloroso.

Ahora bien, insistamos: en nuestra mano está que esta mala gente deje de gobernarnos…

Dos pequeñas notas que añadir:

-         De la mala gente que pobla las redacciones de algunos medios de comunicación ni me voy a molestar en hablar. Me producen una profunda repugnancia y ya quedan retratados en sus palabras…o gestos.

-         Es lógico que un caso cercano y que además no ha sido fruto del azar sino de decisiones políticas despierte nuestro interés. Pero eso no nos exculpa de haber estado dándole la espalda durante meses a la tragedia en África. Todos. Yo misma tras más de 4000 muertos en África, muchos de ellos niños, no había ni citado en una sola entrada la palabra Ébola. Algo estamos haciendo muy mal, sin duda, y nos tendremos que parar a reflexionar. Más pronto que tarde.
(Entrada publicada en otoño de 2014 y que por algún paso en falso de intrusa digital se me borró y he republicado sin modificarlo, aunque a fecha de hoy, 14 de enero de 2014, haya quedado obsoleto. En parte, felizmente)

Con el deseo de que Teresa salga de esta.

A Pilar, por haber estado ahí: tu voz tan sensata sería ahora muy necesaria.

A mi otra Pilar, por seguir estándolo: tus pacientes tienen una suerte inmensa.

jueves, 15 de mayo de 2014

Clientelismos

Si hubiera una vertiente política en el crimen de León, la única fuera de la locura y la falta de compasión de sus (presuntas) autoras, es la que refleja este artículo de El País y que nada tiene que ver con el "clima de crispación" actual. Ni con las redes sociales, ni con los escraches, ni con los ciudadanos críticos, ni con ninguna de las teorías conspiranoicas, en absoluto inocentes, lanzadas por los medios de la derecha (y de la caverna) y, a la sazón, expertos en movilizar y manipular.

La única vertiente política del deleznable crimen de León se remonta mucho más lejos. Viene del franquismo. Del maldito enchufismo y del maldito clientelismo. De ejercer el poder de manera arbitraria, despótica y caprichosa sin que nadie rinda cuentas por ello. Antes bien, todo lo contrario: aplaudidos y convertidos en reyezuelos/as locales.

Y viene también de entrar en ese círculo. De aceptar medrar a base de enchufes y recomendaciones. De doblegarse a los antojos del jefecillo/a local para tener el honor de que le dedique a uno una palmadita en el hombro y, quién sabe, con opción al próximo "cargo de confianza" vacante. Césares locales que unos expectantes súbditos, a veces incluso competentes profesionales que han vendido su alma al diablo, observan ansiosos, a ver para donde se orienta el pulgar. Vamos, como "La fiesta del chivo" de Vargas Llosa pero en versión liguilla regional.

Y esto poco tiene que ver con un partido (aunque afecte muy mayoritariamente al PP) ni con la coyuntura actual. Tiene mucho más que ver con una pésima cultura política, que no concibe la "polis" como lo público, lo de todos. O como respondía  el alcalde del cuento de García Márquez, preguntado por el dentista si le pasaba la factura a él o al municipio: "Son la misma vaina".

Confundir lo público con lo privado, perpetuarse en los cargos y disponer de los recursos como una propiedad o apostar el futuro profesional a la generosidad del poderoso, que, uno espera, corresponda a los favores otorgados. La "finca de papá", como decía la simpar Carmencita Franco al observar España desde el cielo, tiene abiertas desde hace décadas multitud de delegaciones locales y provinciales a cargo de jefezuelos regionales que, o bien a base de cadenas de favores (el Castellón de los Fabra es un caso paradigmático) o bien de miedo (como parecía ser más del gusto de Isabel Carrasco en León), dirigen arbitrariamente los destinos de organismos públicos.

El crimen de León no es político: es fruto de la sinrazón que conduce a algunos seres humanos a ejercer la violencia contra sus semejantes. Pero el asesinato de Isabel Carrasco vuelve a sacar a la luz pública lo que tantas otras veces, en contextos menos dramáticos, ya quedó patente: tenemos en España gravísimos déficits democráticos, que pudren día a día los cimientos de organismos municipales y provinciales, mientras desmontan la ética de lo público en amplias capas de la sociedad, víctima, a veces voluntariosa, de la podredumbre del clientelismo.

Así que como recordaba en un magnífico artículo Nacho Escolar, lo que necesitamos es más educación para la ciudadanía. Y no sólo para que haya menos descerebrados dispuestos a aplaudir muertes (me da igual que sea en Twitter o en la barra del bar). Necesitamos más educación ciudadana para que lo público sea gestionado con respeto y responsabilidad y para no caer en autoritarismos de pacotilla pero extremadamente nocivos. Y, por ende, necesitamos más educación ciudadana para que, ante casos de despotismo local o corruptelas varias, sus protagonistas reciban repulsa y no aplausos, que tengan que enfrentarse a la condena ética de los ciudadanos y no contar con el respaldo de sus votos. No está de más recordarlo de vez en cuando. 


domingo, 2 de febrero de 2014

MÁS RAZONES PARA NO ACEPTAR UN ENGAÑO

Hace unas semanas, en la anterior entrada de mi blog, hice pública una carta que le dirigía a la subdirectora general de Promoción Exterior Educativa del MECD en la que exponía mis razones para no participar en el modelo semipresencial impuesto por su departamento y que supone un radical recorte no solo del tiempo sino también de la calidad de las enseñanzas de lengua y cultura española a los niños y niñas españoles en el exterior.

Hace una semana recibí una respuesta de María Ángeles Muñoz Fernández de la Bastida, repleta de argumentos tramposos. La podéis consultar en este enlace.

En el escrito que le he remitido expongo argumentos que contradicen este intento de manipulación por parte del ministerio. La carta es extensa porque contesta punto por punto la versión dada por el MECD:

Oberdorf (Suiza), a 1 de febrero de 2014

Estimada Sra. Da Ma Ángeles Muñoz:

Me dirijo a Vd. en respuesta a su escrito de 16 de enero, que recibí hace una semana. De la lectura de su carta tengo que admitir que extraje una única conclusión positiva: que sí había leído la que le remití el 8 de enero. He dudado si responder a su escrito, pero he decidido sí hacerlo ante la duda de que mi silencio se pudiese interpretar como conformidad con unos argumentos cuanto menos inexactos.

Por ello, voy a proceder a contestar a su escrito párrafo por párrafo:

  • Soy consciente de que el nuevo currículo y el nuevo certificado de las ALCE exige, en efecto, cursar tres horas semanales completas, que es lo que mi hija Sofía estuvo haciendo a lo largo del curso 2012/2013. Me temo que no ha comprendido en absoluto lo que mi escrito reflejaba. En un modelo puramente presencial, como el que mi hija disfrutaba, no se duplica en absoluto el esfuerzo para asistir a las clases, como Vd. mantiene, al contrario: se invierte el mismo esfuerzo (reservar una tarde tras la escuela, realizar largos trayectos, etc.) pero para poder disfrutar del doble de tiempo de clase. Es indefendible sostener que el que Vd. denomina “modelo mixto” facilite el que más alumnos sigan en estas enseñanzas: antes bien, se corre el riesgo de desmotivar a las familias de acudir a las clases. Algo que ninguno de los que defendemos la necesidad de las enseñanzas de lengua y cultura españolas desearíamos que ocurra.
  • Me veo obligada a insistirle en que no se está pidiendo la “ayuda” de los padres, como indica en su escrito y repiten todos los representantes del ministerio. Se está exigiendo que los padres del alumno o, para ser más precisos, en las familias binacionales que abundan en las aulas ALCEs, el progenitor de lengua materna española, acompañe a su hijo durante los 90 minutos (si nos atenemos a la letra del modelo que propugnan) de realización de las actividades en línea. Como, por otra parte, no puede ser de otra manera cuando se está pidiendo a un menor de edad, a niños de 7, 8, 9 años, que acceda a Internet. Pero la exigencia va más allá del tiempo de dedicación (que se multiplica por el número de hijos que acudan a las clases). Si tomamos su argumento de que “ambas partes del modelo, presencial y no presencial, forman parte de un todo y son igualmente necesarias” para “cubrir los objetivos del currículo”, y teniendo en cuenta que tales objetivos no se han variado con la imposición  del modelo semipresencial, necesariamente parte de los nuevos contenidos de las enseñanzas de lengua y cultura  se impartirían a través de la plataforma digital Aula Internacional. Y eso exige de los padres que hacen estas actividades con sus hijos unas competencias didácticas o lingüísticas que no tienen por qué tener. Una discriminación que puede incidir en que niños cuyos padres han tenido menos oportunidades educativas vean afectado su aprovechamiento de las enseñanzas. Porque esa hora y media de enseñanza no presencial no es “impartida por profesores de la ALCE”, como Vd. bien sabe, y como detallaré más adelante. Por último, a las familias, además de mucho tiempo y conocimientos lingüísticos y pedagógicos, se les exige un tercer requisito que incide en el carácter discriminatorio de estas medidas y contradice flagrantemente su pretensión de hacerlas más accesibles: hacen obligatorio disponer de un ordenador con conexión a Internet. Un nuevo filtro socioeconómico inasumible para un programa público promovido por su ministerio.
  • He intentado tomarme con buen humor su analogía entre ordenador y pizarra para no pensar que su intención era insultar mi inteligencia. Sé muy bien que el ordenador es una herramienta de la que habrá visto, si me leyó con atención, que  no sólo no reniego sino que apoyo y utilizo. Sé también que la mayoría de los materiales en Aula Internacional fueron elaborados con mucho esfuerzo por profesores de ALCE. Como también sé que cuando los elaboraron lo hicieron en la creencia de que estaban destinados a un banco de recursos con carácter complementario. Y como también sé que carecen de la adecuada secuenciación pedagógica y unidad de criterio precisamente por eso, por ser unidades didácticas confeccionadas con otro fin.
  • Creen que les acuso de manera desproporcionada e injusta al afirmar que han robado a nuestros hijos la mitad de sus horas de clase, y va más allá y afirma que a nuestros hijos se les está ofreciendo “más tiempo lectivo que nunca”. Le transcribo la definición que da la RAE (y sin ninguna otra acepción) de lo que significa “lectivo”:
lectivo, va (Del lat. lectum, supino de legere, leer, e –ivo). Adj. Dicho de un período de tiempo: Destinado a dar lección en los establecimientos de enseñanza.
La negrita es mía. Por si sigue albergando alguna duda acerca de la reducción del tiempo lectivo a los alumnos de las ALCE y mantiene, pese a la RAE, que el tiempo que pasan los niños frente a Internet es tiempo lectivo, argumentando que un profesor “imparte” las clases en línea, el tiempo de dedicación horaria semanal de los profesores en línea, reflejado en la siguiente tabla, lo desmiente. Supongo que lo conoce bien, pues forma parte de las instrucciones complementarias firmadas por Vd. misma con fecha 19 de abril de 2013:
Número de alumnos
Atendidos en línea
Horas lectivas
semanales
50-70
3
71-120
4
121-170
5
171-220
6
221-270
7
271-320
8
321-370
9

Esto supone que el profesor en línea dedica a cada niño, en el mejor de los casos, 3 minutos y 36 segundos a la semana. En el peor, 1 minuto y veintisiete segundos semanales. Parece indefendible su afirmación en base a su propia planificación.
Mantener además que la disminución del tiempo lectivo (me mantengo fiel a la RAE) a la mitad no afecta al contacto entre los compañeros de clase ni obstaculiza la realización de actividades complementarias refleja su total alejamiento de la realidad de las aulas.

·       Asegura en su carta que la enseñanza en línea “no es una enseñanza de segunda clase”. En ningún momento la califiqué así y me manifesté a favor de las TICs como herramienta complementaria a las clases, pero nunca en sustitución de las mismas. Sofía y sus compañeros acuden a sus clases en las ALCEs para aprender y mejorar su competencia lingüística en español y sumergirse en la cultura española que también es la suya. Lo hacen en países en los que la lengua del entorno, de la enseñanza y de la mayoría de sus relaciones sociales es otra y, por ello, la inmersión que les proporciona(ba)n esas tres horas de clase es fundamental en su competencia lingüística. Porque de mejorar su competencia digital ya se ocupan en la escuela del país en el que viven, en mi caso, el colegio suizo. No confundamos los objetivos prioritarios. Y que la autonomía en el aprendizaje mejore mediante un modelo en el que los padres de hijos pequeños deben cumplimentar en el ordenador ejercicios a los que un niño que apenas ha aprendido a leer no puede acceder es, siendo moderada en mi apreciación, más que dudoso.

·  Por último, me alegra que sean conscientes de la capacidad, responsabilidad y solidaridad de los padres. Llegué a pensar que cuando cargos nombrados por su ministerio apelan a la responsabilidad y solidaridad de los padres en reuniones públicas y en circulares, y dan a entender que estar en contra del modelo semipresencial es síntoma de carecer de esas cualidades, Vds. tendrían algo que ver.

·    Para finalizar,  le recuerdo que como ciudadana ejerzo mis derechos, incluidos el de opinión y expresión. No tengo “miedos” ni “recelos” ante el modelo semipresencial: me opongo plenamente a él y para expresarlo y argumentarlo no voy a esperar a que esté implantado sin posibilidad de marcha atrás. Supongo que el hasta hace poco consejero de sanidad de la Comunidad de Madrid también hubiera preferido que la Marea Blanca aplazase cualquier campaña hasta una vez bien implementada la privatización sanitaria. Pero como comprenderá, y sin salir de los ejemplos médicos, no es de recibo decirle a un enfermo que a lo mejor cortándole la pierna su situación mejore, a pesar de que haya muchos síntomas que contravengan la intervención, y que sólo luego, si comprobamos que la solución no era tal, estará plenamente justificado que reclame.

Si de verdad su intención es que las ALCEs mejoren y tengan un futuro que dé la oportunidad a generaciones de españoles en el exterior de mantener su lengua y su cultura, escuche a la comunidad educativa, familias y maestros, y reconsideren la idoneidad del modelo. A veces, desde los despachos de Madrid, se pierde la perspectiva de cómo es el día a día de la enseñanza.

Atentamente,
Fátima del Olmo Rodríguez



jueves, 9 de enero de 2014

RAZONES PARA NO PARTICIPAR EN UN ENGAÑO...

Reproduzco a continuación la carta que he remitido por correo electrónico al consejero de educación en Berna y a la subdirectora general del Promoción Exterior Educativa del MECD, en las que les expongo los motivos por los que no quiero participar con mi hija en la farsa que envuelve a la imposición del modelo semipresencial para las Agrupaciones de Lengua y Cultura Española para los hijo e hijas de los emigrantes españoles:

Oberdorf (Suiza), a 8 de enero de 2014

Sr. D. Eduardo Butler Halter,
Sra. Da Ma Ángeles Muñoz Fernández de la Bastida:

Soy madre de una niña de 8 años, Sofía ..., que asiste al tercer curso de Lengua y Cultura Española, nivel A2.2, en el aula de la que la Agrupación de Zürich dispone en la ciudad de Lucerna, y sólo en calidad de madre de alumna me dirijo a Vds. Mediante las siguientes líneas les quiero informar de algo que ya saben, aunque sea como parte de una estadística: que hemos decidido no hacer con nuestra hija la parte online (o no presencial) del programa, para lo cual ni siquiera facilitamos la preceptiva dirección de correo electrónico, necesaria para tener las claves de acceso a Aula Internacional. Lo que sus estadísticas no van a recoger son las causas por las que tomamos esa decisión y por eso creo necesario explicárselas en detalle y, además,  hacerlas públicas.

Incluso desde antes de mi llegada a este país, hace más de diez años,  ya tenía noticia de la actividad de las ALCEs. Como profesora de español lengua extranjera he tenido además la oportunidad de coincidir con cierta frecuencia en cursos de formación con maestros de las agrupaciones, lo que me reafirmó en algo que ya teníamos claro desde el nacimiento de nuestra hija: el deseo y necesidad de que acudiese a las clases de lengua y cultura desde que cumpliese la edad requerida para matricularla. Con siete años Sofía  pudo acceder al A2.1 (ya que podía leer y escribir en español) y desde agosto de 2012 acude cada semana a su clase en Lucerna, ilusionada y motivada. Pese a los casi 50 minutos de tren y autobús de cada trayecto. Pese a tener que ir masticando el postre mientras se calza las botas. Pese a llevar despierta desde las siete menos cuarto de la mañana ¡Y que nadie le diga una semana que no puede ir a su clase de español! No es para menos. Ha tenido una suerte inmensa con su maestra, alguien que desde el cariño y desde el rigor les ha transmitido amor por la lengua y la cultura española A eso se suma que ir a la clase de español le ofrece una experiencia que desconocía: compartir pupitre y recreo (cuando aún tenían tiempo para un recreo, claro) en español con otros niños y niñas.  O poder visitar un museo descubriendo a Picasso en su lengua materna...

Pero a mi hija y a sus compañeras y compañeros y al resto de niños de los tres primeros cursos se les ha robado (permítanme la contundencia del verbo, pero es el que mejor define la situación), desde agosto de 2013, la mitad de ese tiempo para aprender, para hablar, para jugar, para cantar, para reír, para darse la mano, para abrir mucho los ojos ante un cuadro colgado en la pared de un museo (y no en un buscador de Internet). Nada menos. La mitad: de tres horas semanales a hora y media. Y apoyándose en un argumento tan pintoresco como es que esto se hace para mejorar el programa ALCE ¿¡Mejorarlo!? Y con la no menos pintoresca pretensión de que esa hora y media presencial se pueda sustituir por hora y media de ejercicios en una plataforma en Internet, Aula Internacional, desde casa. No voy a entrar a explicarles lo que desde multitud de colectivos se les ha argumentado con todo detalle desde hace muchos meses: que un ordenador no sustituye nunca a un maestro presencial, que no todos los padres están capacitados para ayudar a sus hijos en las tareas de Aula Internacional, que obligar a las familias a tener un ordenador con acceso a Internet ni es legal ni contribuye a la igualdad de oportunidades, que pedagógicamente es un disparate y un sinfín de razones que echan por tierra la semipresencialidad impuesta desde su ministerio.

Lo que quiero contarles es que hemos decidido no acceder a Aula Internacional para no participar del engaño. No porque tengamos problemas con la clave: ni la hemos solicitado. No porque Aula Internacional sea un instrumento de calidad discutible (que parece que lo es), porque eso no es lo fundamental. Lo fundamental y que no admito es que se nos pretenda convencer que hay una equivalencia, ni remota, entre la hora y media de clase presencial que han quitado a mi hija y la supuesta hora y media de actividades online en Aula Internacional.  Y, de paso, quiero aclararles algunos equívocos, para evitar interpretaciones erróneas:

  • Los padres de alumnos de las ALCEs no somos analfabetos digitales temerosos de lo desconocido. Como profesora de español recurro constantemente a la ingente cantidad de materiales excelentes  que Internet pone a nuestra disposición. Tengo un blog, soy muy activa en las redes sociales y una entusiasta del uso de las TICs en la enseñanza. Estaré encantada de que mi hija pueda disponer en el futuro de una plataforma en línea de calidad, segura y con buenos materiales en español adaptados al perfil de los alumnos de ALCEs,  a los que una niña, motivada y curiosa como ella, pueda acceder para hacer actividades complementarias o conectarse con sus compañeros o con otros niños del resto del mundo. Actividades complementarias, pero NUNCA en sustitución de su tiempo de clase.
  • Los padres de alumnos de las ALCEs no somos irresponsables egoístas que no queramos dedicar tiempo a la enseñanza en español de nuestros hijos. Como tampoco es cierto que la única cultura española que sepamos transmitirles a los niños sea la alineación de la seleccion de fútbol, como tuve que escuchar, con mucha vergüenza ajena, de boca de un alto cargo diplomático español. Desde que mi hija entró en el Kindergarten suizo, en paralelo hacía con ella en casa libros y cuadernillos que se utilizan en la escuela infantil en España. Aún después de empezar a acudir a las clases en la ALCE, he seguido trabajando con ella en casa los libros de texto de Conocimiento del Medio y Educación Musical de primaria, dedicándoles a la semana mucho más tiempo del que ocuparían las actividades de Aula Internacional. Y vivir con libros en español en su entorno o escuchar la actualidad en la radio española  no dejan de formar parte de su acervo cultural. Estoy convencida de que como nosotros, todos los padres y madres que se empeñan en que sus hijos acudan a las clases de ALCE dan lo máximo, dentro de sus posibilidades y aptitudes, para transmitir a sus hijos su lengua y su cultura.
  • Los padres de alumnos de las ALCEs no somos insolidarios con los problemas de España. En principio, porque no nos son ajenos: muchos emigrantes españoles lo han sido y lo vuelven a ser por razones económicas y laborales. Y quien no, siempre tendrá familia y amigos en España vapuleados por el paro, la inseguridad laboral, los recortes en sanidad, educación y dependencia o el menoscabo de los derechos sociales. Nunca en estos meses hemos pedido aumentar los recursos económicos para las ALCEs (además de que, según el ministerio, no hay razón económica alguna detrás de la semipresencialidad). Y al pedir que se mantenga la calidad de la educación que reciben nuestros hijos a través de las ALCEs no estamos sino uniendo nuestras voces al del resto de familias que, también en España, aspiran a una educación pública que garantice la igualdad de oportunidades de sus hijos. La causa es común.

Espero con este escrito haber arrojado luz sobre las motivaciones de nuestra decisión de no participar en Aula Internacional. Para cualquier aclaración, no duden en ponerse en contacto conmigo. Confío en que el conjunto de voces que están intentando apelar al sentido común les haga replantearse la viabilidad del modelo impuesto.

Atentamente,

Fátima del Olmo Rodríguez

He hecho ya referencia a este problema en una entrada anterior: "Picasso, la marca España y la acción educativa exterior",  http://cuadernosdesdeladistancia.blogspot.ch/2013/06/picasso-la-marca-espana-y-la-accion.html

Existe además abundante información acerca de la movilización generada contra las semipresenciales en las páginas web de la Plataforma en Defensa de las ALCEs de Zürich (https://sites.google.com/site/alcesdefensazurich/) y de la Plataforma REALCE (http://www.plataformarealce.es/), además de en los perfiles sociales de ambas organizaciones.

domingo, 24 de noviembre de 2013

Suiza: 12 a 1 contra la justicia social

Hoy en Suiza se han celebrado tres referendos de carácter federal y varios de ámbito cantonal y local. Esto no es una noticia llamativa en un país donde las consultas ciudadanas se producen con relativa frecuencia. Sin duda sí lo sería en otros países, como España, lamentablemente poco acostumbrados a consultar la opinión de sus ciudadanos. No pensemos sin embargo que es oro todo lo que reluce en el modelo de democracia directa de la confederación helvética. Una participación del 53% como la de hoy se considera extraordinariamente alta, lo que es sintomático del alto grado de desapego de los suizos hacia las urnas. Además, la conciencia de vivir en una democracia directa, que se presupone altamente participativa, entraña una perversidad. Los suizos creen fehacientemente que, a diferencia de lo que ocurre en otros sistemas democráticos, son los ciudadanos quienes deciden su futuro y el devenir del país y me temo que eso les hace, por un lado, bajar la guardia ante los desmanes de su propio sistema político y, por otro, mirar con soberbia excesiva al resto de democracias. Que puedan decidir vía referéndum si se va a construir una rotonda a la salida de su pueblo mientras el ejecutivo federal determina en una noche (y sin consultar a nadie) inyectar una cantidad escandalosamente multimillonaria para „salvar“ a bancos embarcados en aventuras especulativas coloca a la ciudadanía suiza en la misma posición que la del resto de ciudadanos de las democracias representativas: en último término, a todos nos gobiernan los mismos. Hay otro elemento de la democracia directa que hay que asumir: el pueblo al votar también se equivoca. A veces, estrepitosamente, como ha ocurrido hoy. Y es que además cabría preguntarse hasta qué punto los ciudadanos suizos (como el resto, vamos a ser sinceros) votan libremente. Cabe dudarlo, porque la manipulación y la gestión del miedo violentan la libertad.

Hoy se decidía, entre otros temas, sobre una iniciativa promovida por las juventudes socialistas suizas, que ha generado debate más allá de las fronteras helvéticas. Conocida como la Inicitiva 1:12, tenía como objetivo reducir la brecha salarial que en Suiza, como en el resto de las democracias capitalistas, se ha disparado en los últimos veinte años: si en Suiza en 1984 el directivo mejor pagado cobraba de media seis veces el salario mínimo en su empresa (mucho menos de a lo que aspiraba la propuesta de los jóvenes socialistas), hoy esta media se ha disparado al 1:43. Esta horquilla salarial disparatada nada tiene que ver, al contrario de las palabras de Grégoire Barbey de las que se hace eco acrítico El País, con una supuesta estabilidad del sistema suizo. Sistema, por cierto, que no impide escandalosas desigualdades sociales (aquí también un 1% de la población acumula más del 90% de la riqueza del país) y tasas de pobreza, muchas veces oculta a los ojos de una sociedad bien pensante y pagada de sí misma, del 20%. No se trataba tanto de limitar los salarios de los directivos, como de redistribuir la riqueza de las empresas de una manera equitativa, reduciendo los excesos y mejorando las condiciones laborales de los empleados peor pagados, como muy bien ha explicado Ferrán Camas Roda en El Diario.es. Parece evidente, pues, que racionalizar las desigualdades salariales, principal objetivo de la propuesta que se sometía hoy a referéndum, está cargado de sentido común y debería contar con el respaldo incontestable de esa mayoría de la sociedad que no pertenece a la élite privilegiada.

Hoy la iniciativa, sin embargo, ha sido rechazada de manera contundente, con un 65% de votos negativos y sin que en ninguno de los 23 cantones suizos superara el 50%. Contaba únicamente con el apoyo explícito de los socialistas, de los verdes y de algunos grupos minoritarios, además de los sindicatos y algunas organizaciones sociales progresistas. El resto del arco parlamentario y el propio gobierno suizo rechazaban la propuesta, que algunos minimizaban por ingenua y otros demonizaban por totalitaria. Ambas críticas eran exageradas. Si bien la iniciativa de los socialistas podía padecer de inconcreciones y algunas lagunas (como no haber contemplado el establecimiento de un salario mínimo o prever medidas contra la externalización de servicios), planteaba una discusión muy estimulante y un nuevo marco en las relaciones laborales, más justo y económicamente sostenible. Los miedos a una supuesta intervención totalitarista del estado en la economía de libre mercado eran también infundados. De haber ganado la propuesta de las juventudes socialistas, a buen seguro el parlamento suizo, de mayoría liberal y con una fortísima presencia de lobbies empresariales, se habría esmerado en no molestar en exceso a los grandes grupos financieros, como parece que va a ocurrir con la iniciativa Minder votada en primavera.

Hoy ganó, sin embargo, el miedo. El miedo cultivado con todos los medios gracias una amplísima y agresiva campaña propagandística. Carteles con una amenazante estética que apela al miedo atávico de muchos suizos (sí, hoy, en 2013) al fantasma soviético, artículos recurrentes en la prensa sobre el peligro de una fuga masiva de empresas e, incluso, el posible colapso de los clubes de fútbol que perderían todas sus estrellas. Frente a ello, la presencia pública, fuera de Internet, de los defensores de la iniciativa se materializaba en las modestas banderas rojas con el logo 1:12 que algunos particulares colgaban de los balcones de sus casas y que según uno se alejaba del centro de las ciudades iban escaseando. Con ocasión del triste cierre de Público dijo Jesús Maraña una vez que el dinero no suele viajar en maletas rojas: pues lo que sirve para la financiación de un periódico progresista es también aplicable a la de una campaña de izquierdas. Y la ciudadanía suiza, que se cree tan libre en sus decisiones pero que está atrapada en la misma telaraña pringosa de miedo y manipulación que corroe a las sociedades europeas, votó contra sí misma. Votó por proteger a una élite de privilegiados que hunden economías nacionales por pura avaricia. Votó en contra de promover una equidad que favorecería a la gran mayoría de la población. Y votó porque está presa (me temo que como lo están los españoles, los británicos, los noruegos o los franceses) de un discurso inoculado por décadas de consumismo que ha matado las células de la conciencia crítica y la solidaridad en ciudadanos de sociedades cada vez más grises y menos ilusionantes.

Por cierto, hoy, al tiempo que se ha votado en toda Suiza para perpetuar la desigualdad salarial, y por ende social, se ha optado en el cantón de Berna por criminalizar a los emigrantes pobres, no „dignos“ de aspirar a la ciudadanía suiza, mezclando de una manera pornográfica las delincuencia con la necesidad de acudir a los servicios sociales (gracias, Ana, por destacármelo). Los propios ciudadanos protegen al poderoso mientras criminalizan al débil. El miedo, el maldito miedo. Asquea.



*La foto que ilustra este blog está sacada de la combativa e imaginativa página de Facebookde los iniciantes de la 1:12 y que recomiendo visitar

domingo, 10 de noviembre de 2013

Carta abierta al PSOE de una ex simpatizante (y ex votante)

Fui simpatizante, que no militante, del PSOE. Hace ya tiempo que no me consideraba como tal, pero nunca me había tomado la molestia de hacerlo explícito. Pero hoy, empachada por la autocomplacencia miope de un PSOE desconectado (pese a su lema 2.0) de la realidad de los españoles y aparentemente ajeno a los motivos de la desafección de sus (ex) votantes, me he visto en la necesidad de dejar claro mi alejamiento del partido. Por coherencia personal. Pero también porque no quiero que nadie me contabilice como apoyo con el que ya no cuentan y porque sentía la necesidad de solidarizarme así con muchos honestos militantes y socialistas de base de los que creo que este fin de semana la cúpula de su partido se ha mofado (una vez más).

Os dejo la carta que remití esta tarde a la Agrupación Socialista de Alcalá de Henares (Madrid):


Hola a todos/as

Hace muchos años, cuando aún vivía en Alcalá de Henares, me hice simpatizante del PSOE a través de vuestra agrupación local. Desconozco a estas alturas cuál es el estatuto del simpatizante, si es una condición que se renueva cada cierto tiempo o es permanente si no se revoca. En este último caso, y por si aún figuro en algún listado del partido como simpatizante del PSOE, os ruego que por favor procedáis a eliminarme como tal y a no computar mi persona en ninguna estadística de simpatizantes del partido.

No tiene nada que ver con la distancia geográfica (mis vínculos afectivos y culturales con mi ciudad y mi país permanecen intactos) sino ideológica. El PSOE ya no me representa, desde hace tiempo. Os voté por última vez, y con la nariz tapada (ya sabéis: lo del voto útil...) en noviembre de 2011. Por última vez. No sería muy coherente constar como simpatizante de un partido al que no voy a votar y que me transporta constantemente de la estupefacción a la indignación.

Los que leáis esta carta probablemente no tenéis nada que ver con esto. Es más, considero que la pantomima de conferencia de este fin de semana ha sido una última bofetada de la dirección del PSOE en las castigadas mejillas de sus militantes de base. Sé que muchos sois honestos socialistas, autocríticos, coherentes, con ideas para que el PSOE volviese a ser un partido de izquierdas en conexión de verdad (que no "real", permitidme el chiste amargo) con los ciudadanos. Pero esto dista de ser así, y para muestra, un botón. O una autocomplaciente conferencia política.

Esta carta tampoco nace de una pataleta antipolítica. Creo en la política como motor de progreso de las sociedades. Nunca dejaré de votar (sería una falta de respeto imperdonable a los que se dejaron la vida, la salud o la libertad a manos de una dictadura) ni me dejaré embaucar por cantos de sirena de partidos populistas, sin ideología o flor de un día. Votaré a la izquierda, que para mí significa: justicia social; defensa prioritaria y radical de los derechos de los trabajadores y de la sanidad y educación públicas; resistencia al capital especulador; laicismo; derechos humanos SIN fronteras; feminismo y republicanismo. Eso no es el PSOE.

Insisto. No es una pataleta. Es fruto de una reflexión muy elaborada y a veces casi dolida. No voy a renegar de haber votado al PSOE: lo hice libremente. Y a veces con mucha ilusión, a qué negarlo. Reconozco muchas decisiones valientes y progresistas de sus gobiernos, tanto con González como con Zapatero. Mi crítica es racional, no voy a hacer una absurda enmienda a la totalidad.

Pero por favor, borradme (si es que aún figuro en algún listado) y no contéis conmigo. Eso sí: a los socialistas de verdad, honestos con vuestra ideología, os deseo, de corazón, suerte.

Saludos cordiales,

Fátima del Olmo Rodríguez

viernes, 9 de agosto de 2013

Harta

He dejado pasar día y medio, tras renunciar a ceder a mi primer impulso de lanzarme a escribir una reacción en caliente a las insultantes palabras de Rafael Hernando. Da igual. Ni el tiempo, ni el torpísimo intento de Hernando de glosar sus propias declaraciones ni las exculpaciones con medias palabras de algunas personas a las mismas han enfriado (más bien todo lo contrario) mi indignación. Ni aminorado mi sensación de estar harta, muy harta. Porque, a riesgo de plagiar a los queridos amigos de la Revista Mongolia, toca entonar retahíla de hartazgos.

Estoy harta de que señoritos de aire cortijero se permitan banalizar el sufrimiento ajeno y trivialicen dramas humanos que, ni de lejos, pueden alcanzar a entender. Las declaraciones de Rafael Hernando en el programa Al Rojo Vivo del pasado miércoles (a partir del minuto 16:50) dinamitan las fronteras de lo social, humana y políticamente admisible. No solo lo que dijo, sino cómo lo dijo: con suficiencia y desprecio. Eso sí, con una sinceridad inequívoca: estoy completamente convencida de que no miente cuando afirma no conocer a nadie que haya tenido que acudir al servicio de comedores habilitado durante el verano en colegios andaluces para paliar las carencias alimenticias de niños de familias con situaciones precarias. Si acaso se podría haber cruzado con algún hijo de algún peón de un cortijo de algún amigo, pero aunque lo haya tenido delante, no lo habrá visto. Sé muy bien que para los señoritos (y no hay necesidad de retrotraerse a la época que dibujaba magistralmente Delibes en Los santos inocentes) hay personas (y problemas) invisibles. Pero aún estoy más harta de que personas de esa calaña moral sean las que están legislando sobre nuestras vidas, aplaudiendo en el parlamento los recortes de derechos y permaneciendo impasibles (y se ve que también insensibles) ante las tragedias humanas que sus decisiones desencadenan. Cuando los políticos deberían estar asumiendo su responsabilidad y avergonzándose públicamente de que en España aumente la pobreza, la precariedad laboral y la desnutrición y malnutrición infantil (realidades todas constatadas por muchos informes de muy diversa procedencia), nos encontramos con que echan balones fuera y culpabilizan a las víctimas. Ya se sabe que para algunos jueces del Pleistoceno la mujer violada suele llevar la falda demasiado corta o el escote demasiado pronunciado. En la misma línea, para algunos políticos se conoce que los padres en paro y sin subvenciones (o con 423 euros al mes, que es casi lo mismo) son culpables de pagar la vivienda que, al menos, cobije a unos hijos de negro futuro. En fin…

Pero si harta me tienen los señoritos, al menos igual de harta me tienen sus palmeros y, aún peor, los que los justifican desde la clase obrera (bueno, ellos suelen seguir creyéndose clase media). Décadas de consumismo, despolitización de los trabajadores y alienación cultural han demostrado su eficacia. Tenemos una sociedad sorprendentemente desmovilizada, que mira con fatalismo y hasta indiferencia como yacen en el suelo sus derechos, pisoteados con ensañamiento. Pero, además, esa sociedad es en parte, consciente o inconscientemente, cómplice de los discursos más perversos del neoliberalismo. Si los padres no dan de comer a sus hijos, es que igual no deberían haberlos tenido, qué falta de responsabilidad. Si el parado lleva tres años en paro, es que, hombre, igual, algo de culpa tiene. Si el joven no encuentra trabajo, es que a lo mejor no debería haber ido a la universidad, es que si todos estudiamos, no puede ser. Si esa inmigrante acude a los servicios sociales, vaya, es que no habrá sabido administrarse, los de estos países es que no saben qué hacer con el dinero. Vamos, de nuevo: que si a esa chica la violaron, igual esa noche no tenía que haberse puesto un top ceñido y una minifalda y tomarse tres cubatas, que luego pasa lo que pasa y ya es tarde para arrepentirse. Esos discursos están en la calle, en la oficina, en la barra del bar… y hacen frotarse las manos a los que detentan el poder económico y político. Esas élites satisfechas que van a decidir cuándo ese integrante de la clase media, que mira con cierta suficiencia a su vecino menos afortunado, va a pasar al otro lado de la línea y va a sufrir una precarización de su situación. Y como eso todos lo sabemos, aunque muchos se resistan a aceptarlo, la reacción es conjurar el miedo a perderlo todo alejándonos del que está peor. Como si la pobreza y la mala suerte y la desgracia fuesen contagiosas. El miedo, ya lo decía José Luis Sampedro (como nos duele su hueco), alimenta al monstruo. Y ponerse de perfil o demostrar tibieza ante la insensibilidad de, por ejemplo, las palabras de Hernando, es un reflejo más de ese miedo. Un miedo que nos hace una sociedad más mediocre y más débil, y, por ello, más vulnerable a todas las embestidas de unas élites capitalitas salvajes que persiguen un statu quo consistente en ahondar de nuevo en la desigualdad. O, como resume brillantemente la viñeta de El Roto que ilustra esta entrada: „Los pobres se estaban haciendo ricos. Por suerte pudimos pararlo“.

Y también estoy harta de que el miedo y la insolidaridad empobrezcan no solo a España sino a Europa y a un proyecto de ciudadanía en el que deposité (¡qué ingenua fui!) muchas esperanzas. No me reconozco ni me identifico con esa Europa recelosa y cerrada, pacata y paleta, que se sacude con mohín de asco al que es diferente (al rumano, al moro, al refugiado, al español, al sudaca, al portugués, al yugoslavo, …). Siempre y cuando el „diferente“ no venga dispuesto a abrir una suculenta cuenta bancaria, a invertir cantidades astronómicas en deuda pública y privada o a comprar una propiedad inmobiliaria de lujo. En ese caso, y aún a pesar de que el dinero que le abre las puertas esté manchado de prostitución, tráfico de armas, drogas o evasión fiscal, ningún dirigente de esta Europa, tan civilizada y guardiana de sus valores y costumbres, le pondrá trabas. Por supuesto en esa Europa incluyo a ese no miembro de la UE (o medio cooperador a ratos y según le convenga) que es Suiza, también aquejada por un miedo que la devalúa hasta extremos que, me temo, sus habitantes aún no han alcanzado a comprender. El último clamoroso ejemplo lo encontramos en las escandalosas medidas segregacionistas que ha adoptado un pueblo de Argovia contra los solicitantes de asilo y que no desentonan con la tónica marcada por los resultados de algunos recientes (y polémicos) referéndums.

Y por último, ya que estamos en estas fechas en las que homenajeamos a trece jóvenes asesinadas por la barbarie fascista y que han devenido símbolo de todas las víctimas de la represión franquista, me declaro también harta de la equidistancia. del olvido, de los monumentos fascistas y el callejero infestado de asesinos, de la falta de rigor en la recuperación de la memoria histórica y del „al fin y al cabo, en la guerra civil los dos bandos cometieron barbaridades“.


Que el sentido común y el instinto de supervivencia me conserven este hartazgo y no me dejen bajar la guardia, no vaya a ser que, si me adormezco, aprovechen y  me despojen hasta de las ilusiones…