Suiza se tiene por uno de los países más “liberales” del mundo en cuanto a la legislación de la prostitución. La prostitución se admite como una actividad económica legal y regulada desde 1942. Se consideró que las mujeres podían vender su cuerpo (y pagar impuestos por ello) 30 años antes de que pudieran depositar una papeleta en una urna para ejercer su derecho al voto – casi 20 años más incluso en el último cantón forzado a admitir el sufragio universal, Appenzell. Cuestión de prioridades, por lo visto.
Lamentablemente, en un país con muy poco músculo del feminismo y con escasa visibilidad de los problemas que afectan a las mujeres por el hecho de serlo, la discusión sobre el abolicionismo de la prostitución, que además impacta de forma mayoritaria sobre mujeres inmigrantes doblemente discriminadas, tiene muy poco eco social y mediático.
Por supuesto, en entornos muy concienciados, sí hay feministas que abogan por el abolicionismo. Por ejemplo, esta posición está representada por la Frauenzentrale Zürich. Es la principal coordinadora de organizaciones de mujeres del cantón de Zúrich. Su antigua presidenta, Andrea Gisler, ha hablado extensamente sobre la abolición de la prostitución. Gisler, que en la actualidad forma parte de la junta directiva de la Alianza F y es miembro de la Comisión Federal de Asuntos de la Mujer, dijo en referencia a Suecia que "el modelo nórdico ha conducido a un descenso de la prostitución y de la trata de personas. Lo más importante es que se ha producido un reseteo cultural en la sociedad. La prohibición ha influido en un cambio mental de la ciudadanía. Hasta para los niños está claro: No se compran mujeres como mercancía" (Watson, 8.6.2022)
El pasado 8 de junio se presentó a votación en el parlamento suizo una moción de la diputada del EVP, Marianne Streiff, que bajo el título “Los seres humanos no son mercancía” defendía la introducción en Suiza del modelo nórdico de castigo al putero y apoyo a la mujer prostituida mediante un ambicioso programa que ofreciese a las mujeres una alternativa “con medidas eficaces de información, prevención y educación”. El objetivo último sería “un cambio hacia una sociedad en la que nadie pueda comprar, mercantilizar y explotar al otro”. "La prostitución no es, de hecho, otra cosa que un acto de violencia sexual pagada. Viola la dignidad humana y la igualdad entre hombres y mujeres. Una sociedad que se toma en serio la igualdad no puede aceptar que una persona compre el cuerpo de otra por dinero", afirmaba la diputada Streiff.
Su moción fue rechazada por 172 diputados y diputadas. Solo 11 votaron a favor, en medio de un clamoroso silencio mediático.
Por eso, el artículo que el SonntagsZeitung ha publicado este fin de semana, que desmonta sin ambages ni medias tintas los mitos que rodean el regulacionismo de la explotación sexual de las mujeres, es muy necesario para que llegue a la opinión pública un debate que le es hurtado o maliciosa e interesadamente manipulado.
Os dejo a continuación la traducción del artículo del alemán al español. El original lo podéis leer en este enlace (sujeto a suscripción):
12 Mythen über Prostitution – «Sex im Bordell ist prüde» | Tages-Anzeiger (tagesanzeiger.ch)
TRADUCCIÓN DEL ARTÍCULO DE BETTINA WEBER,
PUBLICADO EN EL SONNTAGSZEITUNG EL 27/8/2022:
12
mitos sobre la prostitución
"El sexo en un prostíbulo es mojigato".
¿Realmente muchos puteros sólo quieren charlar? ¿Ser una "escort" (prostituta de alto standing) es realmente mejor que estar en la calle? Huschke Mau, autora y estudiante de doctorado, se ha ocupado de cuestiones como estas durante años y cuenta las cosas como realmente son.
SonntagsZeitung - Publicado el: 27.08.2022, 23:30
Mientras
que el congreso suizo rechazó en junio la introducción del llamado modelo nórdico -que no prohíbe la
prostitución, sino que castiga a los puteros-, el parlamento en Estocolmo acaba
de endurecer dicha ley: a partir de ahora, los hombres que compren mujeres no se limitarán a pagar una multa,
sino que irán a la cárcel.
Desde
1999, en Suecia se determinó que la prostitución es violencia sexual y que los
puteros son los agresores. Aquí o en Alemania, hay en cambio mucha
discrepancia sobre este tema y a menudo las posturas son contradictorias.
Esto
quedó claro durante el acalorado debate sobre la canción "Layla", en
la que se ensalza a la jefa de un prostíbulo.
Las mismas voces que reconocen la prostitución como una forma de "empoderamiento femenino" criticaron la canción por
considerarla despectiva hacia las mujeres o, como las Juventudes Socialistas,
pidieron su prohibición.
Alguien
que conoce bien este debate es Huschke Mau. Tras una infancia traumática marcada por los abusos, acabó ejerciendo la
prostitución a los 17 años, de la que consiguió salir después de diez años, aún
más traumatizada. Estudió y hoy, a sus 30 años, es doctoranda en una universidad
alemana.
Durante
años, Huschke Mau -un seudónimo, "Huschke", que en el dialecto de
Prusia Oriental significa "una mujer que nunca está del todo" - ha
luchado a favor del modelo
nórdico.
En el libro "Entmenschlicht" (Deshumanizada), publicado
recientemente, narra la historia de su vida, que es al mismo tiempo un análisis
bien documentado del mundo de la prostitución. Con una voz cálida y suave,
disecciona los mitos más comunes que lo rodean en la entrevista que mantuvimos
con ella.
1.
La prostitución es
un trabajo como cualquier otro
Si la prostitución fuera un trabajo como cualquier otro, entonces las oficinas de desempleo deberían ofrecerlo a todas las mujeres -y a todos los hombres- que busquen un trabajo. Si esto nos parece inimaginable, es porque no es un trabajo cualquiera. Además, esto implica que se divide a las mujeres entre las que no queremos ver prostituidas y las que sí tienen que soportarlo. ¿Por qué esperar que algunas personas hagan lo que es inaceptable para otras?
2.
La prostitución es
el oficio más antiguo del mundo
¡Vaya
estupidez! Como si la gente, antes de haber hecho ninguna otra cosa, a lo
primero que se hubiera dedicado fuera a prostituirse. El oficio más antiguo del
mundo es el de comadrona. Además, esta afirmación pretende sostener que solo
porque algo exista desde hace mucho tiempo es automáticamente correcto. Los
asesinatos también han existido desde tiempos inmemoriales, pero a nadie se le
ocurriría considerar por ello que esta antigua forma de violencia está bien.
3.
Hay que denominar
a las mujeres prostituidas “trabajadoras sexuales”
Renombrar
a las prostitutas como “trabajadoras del sexo”
sugiere que son las mujeres las que están estigmatizadas.
Pero no son ellas las que tienen que avergonzarse de lo que han vivido. Son
víctimas, experimentan la violencia, día tras día. Cuando se habla de
"trabajo sexual", se invisibiliza esta violencia. Incluso les estás
diciendo con ello a estas mujeres que en realidad no les ha pasado nada
malo. Decir "trabajadora del sexo" no es respetuoso sino, por el
contrario, una falta de respeto.
4.
Hay una “buena”
prostitución
La
cosa no va de esas prostitutas que salen por televisión aclarando que hicieron
su "trabajo" voluntariamente. Declaraciones así no vienen a suplir la
necesidad de que la sociedad en su conjunto se enfrente a los efectos de la
prostitución. La cuestión es que ningún putero puede saber si la mujer que está
comprando es una prostituta víctima de trata o no. No se puede saber con sólo
mirarla.
Todo
hombre que va a un prostíbulo tiene que asumir que puede
tener relaciones sexuales con una prostituta forzada y que, por tanto, va a
violar a una mujer. Suena aterrador, pero es así. El dinero no cambia nada. No
importa si esta sexualidad monetarizada tiene lugar en los márgenes de una calle o en el piso de una prostituta de lujo. De hecho, la
violencia es aún más habitual en los burdeles en pisos.
5.
La puta feliz
Es
llamativo cómo mucha gente sólo escucha las voces de quienes,
supuestamente, trabajan en la prostitución de forma voluntaria, pero nunca las
de quienes cuentan la experiencia opuesta. Con ello,
vejan a las mujeres que cuentan sus experiencias de violencia, revictimizándolas.
Detrás de esto se esconde una terrible ignorancia y un férreo mecanismo de
negación de una realidad que es difícil de aceptar. Es mucho más fácil decir:
si las mujeres rumanas quieren venderse en nuestro país por un paquete de
cigarrillos, no hay que negarles esa libertad.
6.
Los puteros solo
quieren charlar
Esto lo viví una sola vez. Aunque sí es cierto que los puteros hablan mucho, porque los prostíbulos no van solo de poder y sexo. También se trata de la puesta en escena de la masculinidad tóxica que esos lugares contribuyen a reforzar. Los puteros hablan sobre todo de sus esposas supuestamente mojigatas. Por supuesto, las prostitutas no dicen lo que piensan: No me sorprende que tu mujer no quiera acostarse contigo, después de lo que acabas de hacer conmigo en la cama.
7.
La prostitución
contribuye al empoderamiento de la mujer
Más
bien es todo lo contrario: la prostitución es un pilar del patriarcado. Nos dice bastante sobre el grado de igualdad en un país,
afianza el statu quo. Tiene el mismo efecto que tuvo la esclavitud en su día en
EEUU: incluso los blancos que no tenían esclavos sabían que podían comprarlos
en cualquier momento. Ser consciente de esta distribución del poder determina
nuestra manera de pensar. La prostitución también cimenta el racismo. Se
mercantiliza a las mujeres sin escrúpulos en función de su origen: la
tailandesa sumisa, la latina fogosa, la negra promiscua.
8.
El modelo nórdico prohíbe
la prostitución
¡En
absoluto! La prohibición de la prostitución significa que se castiga a la
persona que se prostituye. El modelo nórdico, por el contrario, sólo
criminaliza a los puteros. En Suecia, tras 30 años de investigación, se llegó
en 1999 a una conclusión: nos ponemos del lado de las víctimas porque las
prostitutas sufren violencia sexual. Esto es coherente, porque el #MeToo no
sirve para nada si no conseguimos extender la idea básica del consentimiento
sexual a todos los ámbitos.
9.
El modelo nórdico condena a la prostitución a la
clandestinidad
Tal
"clandestinidad" no existe. El hecho de que prostitutas y puteros
tengan que encontrarse, implica que la policía también sepa dónde tiene lugar
este contacto. Desde la introducción del modelo mórdico, ni una sola prostituta
ha sido asesinada por un "cliente" en Suecia; en el mismo periodo,
Alemania ha registrado más de 100 prostitutas asesinadas. ¿Dónde crees que se
trata a las mujeres con más violencia? ¿Donde se prohíbe
su compra o donde el "todo incluido" está al
alcance de la mano?
10. La regulación ayuda a las prostitutas
En
ningún país las prostitutas se han beneficiado de la legalización. Ni siquiera
pueden abandonar los llamados prostíbulos legales, sin ser penalizadas con el
pago de una cuota. Y los puteros, como "clientes", interiorizan la
actitud de que tienen derecho al servicio. En Alemania, puteros menores de edad
han llegado a llamar a la policía porque pensaban que la prostituta no les
prestaba el servicio que exigían. Ya adolescentes lo que aprenden es que tienen
derecho a ir al burdel y exigirles a las mujeres lo que sea, aunque a estas les
cause dolor.
11. Una sociedad avanzada
tolera la prostitución
El
sexo en un prostíbulo es en cierto modo mojigato, como en la época victoriana:
abre las piernas y por Inglaterra. El hombre cree que tiene derecho a sexo y la
mujer para él no es más que una muñeca de goma que se pliega a sus deseos. No
sé quien en su sano juicio puede suponer que eso sea avanzado.
12. La prostitución no me
incumbe
La prostitución nos concierne a todas y todos. Tenemos que lidiar con los puteros cada día, porque están en todas partes, y trasladan a la sociedad el racismo y la masculinidad tóxica que reproducen en el prostíbulo. Cuando me preguntan cuál es mi imagen de los hombres, respondo: una imagen realista. Sé cosas sobre los hombres que las mujeres que no se prostituyen nunca podrían llegar a imaginar. Y nunca lograré desprenderme de este aprendizaje.
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Bettina Weber es autora del SonntagsZeitung y escribe sobre temas sociopolíticos.