lunes, 22 de abril de 2019

No votar NO es una opción

La tormenta ha tumbado un árbol que ha caído a plomo a 15 metros de donde paseas. Acababas de pasar por ese sendero hacía apenas un minuto, esos 60 segundos que no empleaste en pararte a hacer una foto porque te habías quedado sin batería. Perdiste el tren aquella mañana de marzo porque tuviste que volver sobre tus pasos. Habías olvidado los planos que tenías que presentar en la reunión. Ibas tan distraída leyendo que te subiste sin mirar al primer autobús que llegó a la parada. En aquel 27 que no sabías donde te llevaba viajaba también Ana. Mañana os casáis.

A veces pequeñas decisiones, cuyas consecuencias no podríamos nunca prever, cambian de manera determinante nuestras vidas. Para bien o para mal. Una fina línea que cruzamos sin saber lo que nos espera al otro lado, una acción ajena a nuestra voluntad, a nuestra responsabilidad y a nuestra conciencia.
Pero votar, un acto que en puridad apenas ocupa 5 minutos de una mañana de domingo, es otra cosa. Ahí sí somos responsables, ahí sí ejercemos una toma de decisión consciente. Ahí sí sabemos (o al menos intuimos con mucha certeza) a donde nos lleva el introducir una u otra papeleta en el sobre. Como también deberíamos saber muy bien a estas alturas que no hacerlo, no votar, quedarse en casa ese domingo por pereza, por indolencia, por enfado, por la excusa que nos queramos poner, no nos va a salir gratis.
Escribo hoy esto, a una semana de que sepamos el resultado de las próximas elecciones generales, pensando en el votante de izquierdas. Pero también pensando en las mujeres, en los migrantes, en los pensionistas, en las trabajadoras precarias, en los parados, en las enfermas terminales, en los niños y niñas de familias empobrecidas, en las víctimas de agresiones sexuales y de trata de blancas, en los homosexuales, en la falsa autónoma, en el trabajador del campo, en los bebés que están naciendo en España en este mismo instante. Nunca en los últimos 40 años una distancia tan corta había separado dos modelos de país tan radicalmente opuestos. Nunca habíamos estado tan cerca de poder mejorar las vidas de todas esas personas en las que estoy pensando y, a la vez, tan terriblemente próximos a retroceder en derechos y libertades para todas ellas de una manera inédita en nuestra democracia. Nunca nos habíamos enfrentado a una derecha tan rancia, tan retrógrada, tan burda, tan bronca y, lo que la hace más peligrosa y similar a procesos análogos como los vistos con Trump, Bolsonaro o Salvini, tan carente del freno con el que la sensatez y la prudencia atemperan las posiciones de los partidos conservadores democráticos y moderados. Nunca nos habíamos enfrentado como este 28 abril a la posibilidad de que retrocedan las manillas del reloj en espacios donde dábamos el progreso por conquistado. Por eso nunca ha sido tan necesaria la movilización de los votantes progresistas como ahora. 
Todas conocemos al ciudadano desinformado, manipulable, poco consciente del valor de su voto. Todos tenemos una compañera de trabajo, un cliente, una cuñada, un tendero, una amiga que se encoge de hombros, que dice pasar de la política o te repite el “todos son iguales” para a renglón seguido comentarte lo que le ha escuchado al tertuliano de turno o reenviarte por whatsapp el último bulo que le ha llegado. A poco que rasques, ese votante acrítico es incapaz de sostener argumentalmente las causas por las que va a votar a uno u otro partido. Y muchas veces ese es también el indeciso, que tanto dolor de cabeza está causando a sociólogos y politólogos porque es un factor impredecible. Para que los ciudadanos asuman que la sociedad en la que vivimos nos necesita participativos, críticos, conscientes y maduros, se necesita aún mucha pedagogía democrática. Y tiempo. Podemos poner nuestro granito de arena en nuestro entorno, educando a nuestras hijas e hijos, hablando sosegadamente con nuestros amigos, parando en seco la distribución de noticias falsas. Pero es una labor ardua y a largo plazo.
Hoy en cambio pienso más y de manera urgente en la movilización del abstencionista de izquierdas que, para nuestra desgracia, no es ningún animal mitológico. Los comicios celebrados hasta la fecha siempre han confirmado que la abstención beneficia a los partidos conservadores, lo que se ha justificado siempre partiendo de la premisa de que el votante de izquierdas es más crítico “con los suyos” y expresa su desafección no acudiendo a las urnas. Esa explicación tranquilizará a muchos, pero siempre me ha parecido indefendible, especialmente en un país donde un golpe de estado, una guerra cruenta y una larga dictadura fascista condenaron a su población al silencio político. Votar es una obligación democrática, se lo debemos a nuestros abuelos y abuelas, a quienes murieron en las cárceles sin poder volver a empuñar nunca la única arma a la que deberíamos aspirar, el voto. Se lo debemos a la oposición democrática y al exilio, muchos de ellos adscritos a formaciones de izquierda. Y nos lo debemos a nosotros y a nuestra decencia como ciudadanos y ciudadanas libres.
Pero es que, además, este 28 de abril, no votar es de irresponsables. De egoístas. De estúpidos. Perdonad la crudeza, pero no concibo que nadie progresista con derecho a voto y posibilidad de ejercerlo, no acuda a votar este domingo. 
No lo podrán hacer muchas y muchos emigrantes a los que la papeleta no les llegará a tiempo por culpa del maldito voto rogado. No podrán hacerlo muchas y muchos jóvenes conscientes e informados, que han llenado las calles el 8 de marzo o los viernes por el clima y que aún, lamentablemente, no alcanzan la edad mínima para votar a pesar de que nos estamos jugando muy especialmente su futuro. No podrán votar las 47 mujeres reconocidas como víctimas mortales de violencia machista en el 2018. 
Pero tú, que te declaras de izquierdas, no tienes ni una sola razón para no ir a votar este domingo. 
¿Que te indigna que el Open Arms esté atracado mientras mueren seres humanos en el Mediterráneo? Por supuesto, es inadmisible ¿Que te irrita que las luchas de egos hayan hecho peligrar una formación política ilusionante que había canalizado la indignación del 15M? Es para resucitar a nuestra Sole de 7 vidas y propinarles las collejas en estéreo. ¿Que a veces no reconoces en el batiburrillo de las luchas identitarias la lucha obrera que había definido siempre a los partidos de izquierda? Pues nos sentamos, lo analizamos con calma, que aquí hay mucho que debatir, y vemos hacia dónde tiene que ir la izquierda del futuro ¿Que eres anticapitalista y te parece que el PSOE es cobarde y liberal en lo económico? Ya se encargará Unidas Podemos de hacerle avanzar en medidas económicas más valientes ¿Que eres un socialdemócrata clásico y algunas de las propuestas de Unidas Podemos te parecen poco realistas? Ya se encargará el PSOE de modular algunos de los puntos más polémicos. ¿Que defiendes la unidad de España en un sistema federal? ¿O eres en cambio partidaria de que se celebren referéndums donde se consulte sobre el modelo territorial? Bueno, pues a cualquiera de las dos soluciones solo se puede llegar contemporizando y dialogando, que es lo que proponen, son sus matices diferenciados, PSOE y Unidas Podemos. Intenta en cambio contestarte a cualquiera de esas dudas que te planteas imaginándote a un Pablo Casado presidente con el apoyo de un Ciudadanos desnortado y de la extrema derecha salvaje de Vox. A ver cómo se te queda el cuerpo y de qué nos han servido tantos remilgos. 
Así que, por favor, vota. Con entusiasmo o con la nariz tapada. A PSOE o a Unidas Podemos. Pero el domingo 28 de abril, vota. Y no solo porque si no lo haces luego no vas a tener ninguna autoridad moral para quejarte cuando penalicen (más) el derecho de huelga, privaticen los servicios públicos, vacíen la caja de las pensiones, te obliguen a parir cuando no quieres o a malvivir cuando quieres morir. No, no solo es eso. Es que no votando no te haces daño solo tú (allá cada cual) sino que nos arruinas el futuro a los demás. Y eso es mucha responsabilidad solo por una rabieta (más o menos justificada, eso no te lo discuto) nacida de la desafección o de la observación estricta de la pureza ideológica. 
Necesitamos generosidad y luces largas. Ya conquistaremos, poco a poco, el cielo. A día de hoy lo urgente es que dentro de una semana no hayamos bajado a los infiernos.