Podía haber escrito el “ministerio de la perfección”, pero tampoco quiero
pasarme de frenada, porque, como siempre me ha dicho mi madre, todo se puede
mejorar. Lo que ocurre es que en "El Ministerio del Tiempo" aún estoy buscando lo
perfeccionable. Porque es una serie redonda. Desde hace tres semanas recibo una dosis de 70
minutos de todo lo que se puede necesitar para entretenerse encapsulado en un
solo envase. El concepto, no voy a negarlo, a mí, que no soy nada aficionada a
la ciencia ficción, me tenía un tanto despistada pero estaba dispuesta a probar
a apostar por quienes estaban detrás de ella. Si la han hecho los Olivares, pensaba,
los responsables de la gran primera temporada de Isabel o de la magnífica (y maltratada) Víctor Ros, había garantías. Me asustó un poco el fenómeno hype previo, porque cuando las
expectativas son tan altas, la decepción acecha.
Pero no hubo decepción. En absoluto: todo lo contrario. El MdT aporta todo
en su justa medida. Hay humor (la gran sorpresa): humor inteligente, bien
dosificado, sin recurrir a lo fácil, sin alargar la gracia, provocando más la
sonrisa o la risa breve que la carcajada (no, miento: “servicio de habitaciones”…
XDDD). Hay acción: creíble, bien rodada, bien trazada. Hay historia: muy documentada,
bien narrada, introducida de manera alejada de toda pretensión. Hay emoción,
pero contenida: en cada capítulo hay uno o dos momentos en los que se te
empañan los ojos o te recorre un escalofrío sin desatar el llanto. Hay guiños
constantes, sutiles e inteligentes a la actualidad y a nuestros referentes
culturales más cercanos, pero también se reta al espectador a adentrarse en
capítulos de nuestra historia.
Hay una selección de actores que es acertada no, lo siguiente: por primera
vez en una serie, no encuentro nadie que desentone. En los protagonistas, la traviesa
chulería de barrio de Rodolfo Sancho encaja sin chirriar con la seriedad
anticuada que borda Nacho Fresneda y con la inteligencia y el duende que
transmite Aura Garrido. El resto de los funcionarios son sencillamente
sublimes. Y todo aderezado con episódicos de lujo: ese funcionario Rellán, ese
Lope Clavijo, ese Espínola Langa. Un lujo.
Pero además está bien hecha, muy bien hecha. Como siempre destaca el propio
Olivares, en España se hacen maravillas con presupuestos exiguos en comparación
con las producciones americanas. Y MdT es una muestra incontestable de ello.
Soy alérgica al croma, pero aquí los efectos digitales son de tal calidad que
pasan desapercibidos y, cuando no es así, no molestan. La iluminación es la
apropiada (ay, pobre Diego Velázquez...): gris, a ratos opresora en las
dependencias del ministerio; oscura en una taberna de Lisboa del XVI; brillante
y luminosa en el claustro de Montserrat. No se abusa de la música, el ritmo es
el apropiado (nunca he visto 70 minutos más cortos, llego a dudar si no están jugando
también con nuestra concepción del tiempo) y la recreación de ambientes es
exquisita (ese interior del tren a Hendaya…). El armazón de esta joya es un guión inmejorable, del que no debemos perdernos ni una coma, porque no hay frases sin significado. Es un guión incompatible con el relleno vacuo de minutos.
Cada episodio es un regalo. El de
ayer nos brindó una reflexión (cuidado, va un spoiler) que supongo que a muchos nos parecía inherente a como se
plantea la serie, pero que necesitaba sin duda de un acontecimiento
histórico más próximo y, como tal, más doloroso, para quedar planteada. Si
alguien dispone de los medios para viajar en el tiempo y corregir acontecimientos
pasados: ¿lo ideal es hacerlo para que nada altere la historia o no sería acaso
mejor utilizarlo para transformarla y mejorarla? Es una pregunta compleja y creo que yo, personalmente, he tomado postura. Voy a esperar a ver por qué se
decantan Amelia y su equipo… La cosa promete.
PS 1: Gracias a todos los que la hacéis posible. Y a Pablo Olivares especialmente.
PS 2: Mensaje a TVE: esta es la ficción que espero de una cadena pública. Así
que vayan planeando ya la segunda temporada.
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