lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Feliz 2013?

Acabamos de despedir un año para estrenar otro, acompañados de una serie de gestos repetidos entre los cuales está el de felicitar el nuevo año a nuestros familiares, amigos y conocidos. Y de paso a los que nos vamos encontrando a lo largo de las 48 horas que conforman el tránsito de un año a otro, sea la frutera que nos pesa las uvas o el conductor del autobús que nos lleva de vuelta a casa. En esa felicitación , con distintos grados y matices, claro, volcamos, creo yo, una sincera buena intención, lo mejor de nosotros mismos porque hemos encontrado en un convencionalismo como el del cambio del año (al fin y al cabo ¿qué ha cambiado realmente de ayer a hoy?) la excusa perfecta para desear a los demás todo lo que creemos importante. La felicidad sublimada a través de algunas de las parcelas que consideramos que a la otra persona le aportarán paz y bienestar: salud, amor, éxito, amistad o, cada vez más habitualmente, trabajo. Y al deseárselo a otro, con mayor intensidad lógicamente a las que más cerca sentimos y más queremos, estamos también aspirando a una vida mejor para nosotros mismos y para el conjunto de la sociedad.

Desde aquí no sé si suena hueco desear un feliz 2013, ya que la felicidad es una concepto subjetivo y una aspiración que se alcanza, efímeramente, por diversos cauces. Además, todo invita al pesimismo, al que es muy difícil plantarle cara y superarlo. Pero, a mi manera, os lo deseo.

Deseo sobre todo que no perdamos la esperanza, ni la pasión por la vida, ni el entusiasmo, ni la empatía, ni el sentido del humor, ni la solidaridad, ni el espíritu crítico. Todos estos ingredientes son fundamentales para sobrevivir con dignidad y hacer acopio de las fuerzas necesarias para hacer frente a todos los reveses, individuales y colectivos. Deseo de corazón que no nos rindamos, que sigamos el ejemplo de las mareas que defienden consecuentemente los derechos del conjunto de la sociedad, que no nos callemos, que si nos siguen despojando de todo aquello por lo que lucharon nuestros abuelos que nadie pueda decir sin ruborizarse que lo lograron con el silencio cómplice de una mayoría silenciosa. Deseo que la angustia no nos aceche, que las cartas de desahucio no empujen a la gente a tirarse de un balcón, que no sigamos batiendo marcas en desempleo y pobreza infantil, que los cubos de basura dejen de ser la esperanza última de cada vez más personas. Deseo que siga habiendo periodistas honestos que saquen a flote medios de comunicación independientes en estos tiempos donde la manipulación constante hace tan necesaria la información veraz y comprometida con el ciudadano. Y deseo que en 2013 todos nos unamos para contribuir activamente a que vivamos en una sociedad más justa, más libre, mejor informada y más habitable. A pesar de quienes la masacran.

Sirva como recordatorio de que no nos podemos permitir sucumbir a la apatía, al desencanto, a la indiferencia, algunos hechos que nos deja el extinto 2012, año aciago que tiene el dudoso honor de ser aquel en que más se destruyó en menos tiempo. Recordemos por ejemplo que hoy, como hace un año, el yerno del rey que (presuntamente) robó dinero público a manos llenas, duerme en su casa. Entretanto, miles de personas han perdido su hogar en este año y duermen ahora, en el mejor de los casos, con estrecheces en casa de los abuelos o, en el peor, en un centro social o en un cajero. Recordemos que el número de parados se ha incrementado sin cesar mientras la ministra del ramo encomendaba la solución del problema a la voluntad de un ser mitológico. Recordemos que la sanidad pública universal y gratuita ha dejado de existir. Recordemos que los jóvenes se ven forzados a emigrar. Recordemos que una ofensiva ideológica sin precedentes desde el nacionalcatolicismo aspira a la destrucción de la educación pública, igualitaria, laica y gratuita de calidad. Recordemos que la justicia es ahora de pago. Recordemos que nuestros gobernantes amagan un día sí y otro también con restringirnos derechos ciudadanos básicos, como la libertad de expresión y los derechos de manifestación y huelga. Recordemos que la mejor y más independiente televisión pública de la democracia ha quedado reducida a escombros. Recordemos que cada vez que se ha cedido a las condiciones dictadas por los poderes financieros (directamente o por persona interpuesta, sea esta Merkel o la Comisión Europea) la respuesta ha sido redoblar la exigencia: burdas tácticas de chantajismo
mafioso.

Así que no bajemos la guardia en 2013 y no dejemos de hacernos oír. Y, ahora sí, ¡feliz 2013! De corazón y, aunque parezca imposible, esperanzada.

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